miércoles
Vulva antiestética
Tengo sobre la mesa una hoja en blanco y dos puchos.
No sé. Tal vez esto sea el amor.
Concepto, dos puntos, amor.
Te desnudo y te saco una foto.
Tal vez sos lo más magnífico que he visto en la vida. Tal vez esas dos canicas que tenés por ojos me sirven como punto de partida en este proyecto neurálgico. En esta mierda literaria.
Cómo puedo traducir lo que produce el trayecto de tus manos hasta dentro de mis pantalones. No lo sé. Ni siquiera una foto lo logra. Lo intentamos todo, tus manos parecen más grandes de lo normal dentro de la pantalla. Parecen manos de hombre. Personalmente me des-erotizan. Por eso prefiero no tomarte una foto. Prefiero sentirte dentro de mis pantalones. Ahora bien, cómo traducir cómo se sienten, cómo se ven, cómo se escriben tus pechos sobre mis manos.
¿Cómo dibujarlos? Podría escribir: tus pechos como dos colchones de algodón. No. No podría expresar la textura, ni el suave vaivén de ellos sobre mi boca. Puedo tomar un pedazo de tu cuerpo y engraparlo sobre una hoja; armar una muestra con cada retazo de tu cuerpo. Puedo grabar el espanto de tu orgasmo y grabar un disco. Puedo recitar el golpeteo rítmico de mi cuerpo dentro del tuyo y un plus: tu grito como cita textual. Te proyecto sobre la sábana, mientras te ato usando un pañuelo como cinta cinematográfica; te contorneás, como en un Fast forward. Te veo, ahora te veo, desnuda y quiero tomarte y recortarte sacando, uno a uno, cada uno de tus lunares y armar un collage. O tal vez el collage sea mi semen desplegado sobre tu vientre pálido inmaculado y tus lunares: fantásticos puntos finales. Este es mi arte: yo acabándote violentamente sobre el cuerpo. Comentario del autor: tu pubis enmarcando un panel celestial.
O bien, una película en donde tus manos se agarren fuerte a las sábanas y luego un paneo de tus ojos llorando placer.
¿Qué prefiere ver el público?
Te llevé a una muestra de arte hace unos meses, en donde exhibían una bolsa gigante de color rosa que se asemejaba a una vulva. Te reíste. Te reíste mucho. Yo también me reí. Y ahí pensé: no entiendo cómo puede ser esa vulva más interesante que tu boca abierta recorriéndome la entrepierna.
Tal vez todo culmine en una burda película porno, dónde tus voces se confundan con las mil y un voces roncas gritando placer. O tal vez seas tan impúdica, tan voraz, que un día, de boca en boca, llegará tu nombre a mis oídos, como si fueses una extraña. Ese día beberé un coñac y brindaré por aquella guarra de boca grande.
Una noche, no sé muy bien cómo, entramos a ese museo en decadencia y cogimos sobre la vulva. Esa noche te acabé en los pechos. Vos te moviste y te limpiaste sobre ella. Esa vulva rosada, insoportable creación, está ahora en exhibición en un museo en París.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario